Día decimonoveno del sexto mes.
Los Illidari no me han dado una respuesta de la misiva que envié, empiezo a preocuparme. Afortunadamente, conseguimos que todo estuviese en regla en nuestra base de operaciones.
Recibo la grata noticia de que los tecnomagos de Lunargenta se han apresurado en que recibamos al fin los prototipos. La Magistrix Gar’lathan vino con presteza hasta Orgrimmar y ser ella en persona que pudiera darnos este artefacto trascendental. Sin embargo, sólo recibimos nueve, y uno de ellos tiene que estar en constante funcionamiento en la entrada de nuestra base, por si algún extraño ciudadano curioso se acercase y pudiéramos revelar su verdadera identidad desencantando la magia ilusoria que lo oculta de nuestros ojos.
Nos fueron realmente propicios. Nos dividimos para poder patrullar en cada valle de Orgrimmar. Grupos reducidos para no llamar excesivamente la atención. Comprobaríamos si realmente estos ‘chismes’ funcionan.
El guerrero Eldur y el aprendiz hechicero Tarediâr peinaron el Valle de la Fuerza. Hubo constancia de movimiento de la Legión en la herrería del Valle. Desvelaron a un Guardia Vil que se hacía pasar por el herrero. Se enfrentaron a él y dieron la alarma a los guardias que hacían la ronda. Hirió a Eldur y mientras trataron de reducir al demonio entre los guardias y los dos Sin’dorei, Tarediar consiguió controlar al Guardia Vil y esclavizarlo una vez neutralizado.
El mago no-muerto Malady y el mercenario Aritheas, se les ordenó que patrullaran y registraran en el Valle del Honor. El saqueador Vaulkhar y el arcanista Kuja les acompañaron. Rastrearon con el artefacto por todas las chozas de comercio del Valle, la posada y la casa de subastas, sin éxito aparente. Pero al llegar al fuerte donde se entrenan los brutos, se acercaron lo suficiente al instructor para revelar la verdadera identidad. Un Nazrethim se había apoderado de ellos, pero el desvelo sorprendió al demonio hasta el punto de perder el control mental de los orcos. Estos, recuperando su consciencia de que habían sido embaucados, arremetieron con dureza al demonio.
En el Valle de los espíritus, envié a la orco Drekar, al druida trol llamado Zukhelo, y a la joven sacerdotisa Sheimei, del que aún tengo mis reservas si seguir abusando de su bondad. Es una Sin’dorei muy asustadiza. A simple vista, y sin interrogarla, se notaba su inexperiencia en la batalla. No sé si estoy siendo un buen capitán al permitir que esta siga con el destacamento. Sin embargo, a pesar de todo, confieso que me sorprende sus ganas de luchar contra sus propios miedos. Es lo único que tenemos hasta ahora, pues toda la élite está reunida en las Islas Abruptas. Me queda hacer de la gente que dispongo de unos héroes, aunque mi parte racional me diga que estoy siendo un iluso.
La orco pasó el dispositivo en el asentamiento goblin antes de ir hacia las chozas de los trols, donde encontraron a una súcubo con la magia ilusoria de una trol proveedora de huesos que solo esa raza supersticiosa conoce. Alertó a los guardias de alrededor para poder reducir a la súcubo.
Mientras dejaban que los guardias se encargasen, siguieron queriendo desvelar si en las chozas habían más anomalías, despertando la atención de los habitantes trols del valle. Cuando creyeron que no encontrarían ninguna otra amenaza, vieron a un trol que huía de forma sospechosa. No dudaron en querer interceptarlo y someterlo al artefacto para saber si sus sospechas eran ciertas. Consiguieron dar con él cuando este salió del Valle de los Espíritus hacia el de la Fuerza. La orco consiguió interceptarlo y así utilizar el dispositivo para desenmascarar la magia ilusoria que envolvía a un diablillo escandaloso. Con la ayuda de Zukhelo, la orco consiguió meterlo en una bolsa y así poder llevarlo hasta la base.
Hartos de la rabieta del diablillo que les orquestó en el trayecto, comenzaron a interrogarlo una vez llegado al cuartel, se creyó que este estaba contando incoherencias sobre que miembros del destacamento que se les estaba atacando. La orco Drekar quiso comprobar si lo que decía el diablillo era cierto. Fue entonces cuando nos encontró a mí y al oficial Rompealba acudir en ayuda a Eldur y Tarediâr, donde encontramos herido al guerrero, dispuestos a llevarlo al cuartel y que ahí, la sacerdotisa sanase sus heridas.
Antes de ir a su encuentro, nosotros, por nuestra parte, fuimos al Valle de la Sabiduría. No encontramos ninguna anomalía misteriosamente. Pasamos el artefacto por todos los habitantes del valle. Fue entonces cuando escuchamos los pasos apresurados de la guardia cuando nos dirigimos hacia el sendero que conducía entre el Valle de los Espíritus y el de la Fuerza . Fue ahí donde conseguimos dar con el ataque del Guardia Vil que se hizo pasar por el herrero, a los dos Sin’doreis.
Dimos por concluido ese día. Necesitábamos descansar. No sabíamos qué nuevo ataque nos aguardaría la Legión en los próximos días.
(continuará)